miércoles, 29 de enero de 2014

Un mundo de artistas



¡Oh, estos griegos! Ellos sabían cómo vivir: para eso hace falta quedarse valientemente de pie ante la superficie, el pliegue, la piel, venerar la apariencia. Los griegos eran superficiales - ¡por ser profundos! ¿Y no retrocedemos precisamente por eso, nosotros los temerarios del espíritu que hemos escalado las más altas y peligrosas cumbres del pensamiento actual y que desde allí hemos mirado en torno nuestro, que desde allí hemos mirado hacia abajo? ¿No somos precisamente por eso - griegos? ¿Adoradores de las formas, de los sonidos, de las palabras? ¿Precisamente por eso - artistas? 

Nietzsche escribió eso en La Gaya Ciencia. Sepan disculpar el comienzo pretencioso y helenofílico (crímenes capitales ambos), pero no huyan, las apariencias engañan.

Porque hoy quiero hablar sobre teorías. Meta-teoría. Existen dos formas de hacer una teoría dualista sobre cualquier cosa. La primera es trazar una línea poniendo todo lo bueno (lo que nos gusta) de un lado y lo malo del otro. La segunda forma es establecer dos extremos indeseables entre los cuales es necesario trazar un camino medio.

La primera forma garantiza al filósofo y al que suscribe a dicha teoría estar del lado de los ángeles y de todo lo bueno, justo y puro. La segunda otorga al que empuña la teoría una postura de discernimiento superior al común de los mortales. Esta es una forma de distinguir a las teorías que distinguen. Solo una, porque el universo (¿aparenta?) dividirse cuantas veces se lo pidamos. Dúctil y obediente como el mismo océano...

En estas recursiones pienso cuando trato de enfocar la reflexiones que abundan sobre la época en la que vivimos como civilización. ¿De qué formas están cambiando nuestras subjetividades, nuestras formas de vida, en razón de cambios económicos, tecnológicos y ecológicos enormemente acelerados? Las respuestas son, obviamente, infinitas en su variedad. Pero acá podemos echar mano de una divisoria muy útil, aportada por Umberto Eco. Se trata, por supuesto de la distinción entre apocalípticos e integrados.

Así que una vez que vaya usted lector a la wikipedia para ver de que se trata eso de apocalípticos e integrados ya estará participando de lleno en la linea divisoria. Si googlean un poco mas verán como el mismo Eco devino apocalíptico y habla de infoxicacion y cosas así. vayan, acá los espero...

La versión más pedestre de la distinción apocalíptico/integrado es la distinción entre personas que dicen que vivimos una era superficial y que la red nos vuelve cada vez más tontos (cosa que excluye a los que hacen esos argumentos, típicamente). Contrariamente, están los que saludan una era de iluminación sin limites, al menos para los que puedan tener wifi...

Ya ven como cuando uno se descuida la segunda forma de trazar dualismos lo ataca a uno desprevenido. No es mi propósito acá ponerme a exhibir implícitamente mi fabulosa (¡Ja!) capacidad de discernimiento.

Pero lo que sí me gustaría hacer es tratar de pensar desde otro ángulo. Porque quizás en lugar de volvernos un mundo llenos de idiotas quizás somos algo diferente. Un mundo de personas que aman las formas, los sonidos, las palabras. Quizás, como los griegos de los que habla Nietzsche, nos hemos vuelto un mundo de artistas. No necesariamente buenos artistas, pero artistas en tanto amantes de los múltiples nombres de lo bello. Profundos en nuestra superficialidad.


( Arte de Alexiuss y Paulo Barrios )


jueves, 9 de enero de 2014

La enseñanza como apertura de mundos




El 2013 para mí fue El Año de la Enseñanza. Desde que dejé el blog en hiatus tuve la suerte de experimentar con la docencia en diferentes niveles, como ayudante en la siempre fascinante y experimental Cátedra de Datos en Sociales hasta prácticas de la enseñanza en un profesorado de educación primaria en provincia de Buenos Aires. Por eso es que mi primera entrada en este relanzamiento del blog trata sobre el tema de la enseñanza.


Ahora bien, no hay que ser un especialista para saber que la educación tal como es comunmente concebida no está funcionando como debiera. Y existe muchísima gente buscando alternativas. Así que desde este humilde lugar trataré de proponer otro ángulo más para pensar el problema de la enseñanza.


Existe una concepción de la enseñanza donde lo importante es la transmisión de contenidos al alumno. La idea de que el docente posee un conocimiento concreto que el alumno no posee y que puede codificarse en una serie de ítems pasibles de ser evaluados. Estrictamente hablando, esta concepción ha dejado de ser popular hace décadas, y existen pocas personas que la defiendan de la boca para afuera. Pero, a la falta de algo mejor que hacer, esta concepción de la enseñanza como transmisión de contenidos discretos es un punto de referencia fijo, a veces es el piso, y otras veces el techo.


Otra manera de entenderlo es que cuando se enseña no solo se estan transmitiendo conocimiento fácilmente cuantificable sino que ademas el docente está modelando para los alumnos modos de ser y actuar respecto al conocimiento. No existen los contenidos aislados, sino que son valiosos en tanto interactuan o inciden sobre nuestros mundos. Y un docente que no posea, o que no modele para los alumnos, mundos mas alla de lo estrictamente docente, esta dando una imagen pésima del conocimiento.


En un artículo anterior hablé de mundos imaginarios, designando así la neblina de realidad aumentada en la que vivimos los seres humanos, superpuesta sobre la realidad prosaica. Ideologías políticas, pasiones musicales, sistemas filosóficos...todos ellos cuentan como mundos imaginarios que todos habitamos en mayor o menor medida. Llamamos mundos a aquellos enormes aglomerados de sentidos, sin distinción de jerarquías a priori. Los seres humanos habitamos múltiples mundos en cualquier momento dado. Algunos son compartidos, otros se rozan sólo tangencialmente.


Es fundamental en el docente el cultivar sus propios mundos, y desarrollar un agudo sentido de los mundos que habitan sus alumnos. Si no, se enseña un conocimiento mudo y ciego, autista. Los contenidos los alumnos los retendrán en base a sus propias necesidades, pero nada puede reemplazar el aprender sobre diferentes mundos. Estos mundos no pueden ser hablados y explicados, solo pueden ser señalados. Siguiendo a Wittgenstein, no buscamos que un alumno solo pueda repetir ciertos ítems discretos de un programa, sino que se busca que haga propios otros mundos.


Esta comprension holística no puede ser enseñada o transmitida, solo modelada y ejemplificada para los alumnos. Un docente que no pone en juego sus mundos, que no se enriquece y se hace mas espeso difícilmente pueda hacer más que trasmitir las mínimas exigencias de un programa, que de ser piso se vuelve techo.