Estoy siguiendo con mucha atención el tema de la disputa de los intelectuales pro y contra el gobierno. Supongo que es una combinación de interesarme por el rol de las ideas en la sociedad y de satisfacer una necesidad farandulera que en buena conciencia no puedo saciar con los programas de chimentos.
Recientemente un grupo denominado Argumentos publicó algo con lo que estoy bastante de acuerdo en tanto a postura política para Argentina hoy. También pienso que la postura de la así llamada Plataforma (quien piensa estos nombres?!?) es en gran medida deshonesta, llamando "Pensamiento Único" al hecho de no gozar (con justicia) del favor popular y llorando lágrimas de cocodrilo por militantes muertos y por el medio ambiente y fingiendo que a los demás no nos importan estas cosas, que votar a Cristina equivale a ser un mercenario bañado en la sangre de los reprimidos y con un blackberry hecho de oro de la Barrick.
En todo caso, en estos días estuve pensando en esto porque hay algo de fondo que me molesta de todo el formato de esta discusión. Algo que apunta al corazón de la cuestión del rol del intelectual en la sociedad.
Parecería que, sin importar el bando político, todos buscan ponerse del lado del Pensamiento Crítico y negárselo, implícita o explícitamente, al contrario. Ser Crítico parece convertirse en un deber-ser del intelectual. Los de Carta Abierta apoyan a grandes rasgos el gobierno y abandonaron el pensamiento crítico para convertirse en voceros, nos dice la gente de Plataforma para acto seguido investirse de la sagrada cualidad crítica. "Acompañamos pero seguimos siendo críticos" protesta Carta Abierta.
Desde tiempo inmemorial filósofos, sacerdotes y sofistas de toda laya han buscado proponer un pensamiento que no es pensamiento. Una forma de pensar mas elevada y no accesible al común de los mortales y ciertamente distinta al simple y llano pensar. El Pensamiento Crítico en el sentido utilizado en esta disputa es esta apelación épica a la mente sobre la materia, al valor del individuo para pensar mas allá de dogmas y conveniencia, contra la masa boba que va por donde la mandan, etc etc...
...fascinante la persistencia de estos prejuicios provincianos del siglo XIX...
Estas son las cosas que, a mi pesar, me hacen sentir posmoderno. Digo que a mi pesar porque no quiero a los posmodernos por una cuestión de piel en primer lugar y en segundo lugar porque ni siquiera creo en esa Modernidad que ellos tratan de superar (Si, lo dije: la Modernidad nunca existió. Otro día me explayo).
Volviendo al tema que nos ocupa, pensar que el propio pensar es pensar verdadero y que lo que el otro hace es una mera función biológica dependiente de la venalidad y la ignorancia es conceptualmente imbécil e intelectualmente deshonesto. Apelar a un saber especial o a una cierta condición de Intelectual no es tan grave en la medida en que no se le niegue al no-intelectual la tan anhelada capacidad crítica. Pensar no es el acceso a un mundo platónico, es una actividad inherente al animal humano. esa capacidad se puede ejercitar o no, y se puede refinar hasta niveles exquisitos pero eso no hace a una diferencia cualitativa sino cuantitativa. No hay nada mas democrático que el pensar, sobre todo si se trata de pensar sobre la vida que deseamos vivir individual y colectivamente.
Pensemos que el que se nos opone políticamente es un idiota si nos hace sentir mejor. Mostremos que es un idiota con argumentos si nos ayuda a dar una batalla política. pero nunca nos arroguemos el monopolio del pensamiento y la razón, el Aql. Porque Dios ciega a quienes quiere perder.
Paz!
Quirúrgico!!! Agudo punto de vista sobre la situación de los intelectuales en la coyuntura. ME GUSTA el énfasis en la distribución democrática de la capacidad de pensar! Inquietante la afirmación sobre la modernidad....
ResponderEliminaralice
De un mail de un amigo, reproducido con su permiso aqui...
ResponderEliminarestoy muy de acuerdo. Me parece que el fetiche no es el pensamiento crítico (una redundancia ¿no?: o el pensamiento es crítico o no lo es!) sino la idea misma del intelectual. Me parece que toda esta discusión es un ejercicio vanidoso estilístico. Se buscan argumentos, denuncias, diferencias mínimas en el mercado de las variedades de la “opinión” y los “posicionamientos”. Pero, como siempre que se habla en nombre de un pueblo que no está, o que siempre está por venir, la reflexión es abstracta, hecha de nociones ya producidas y no al nivel de las hipótesis reales de pensamiento e investigación. Es notable que cuanto más agotada está la figura del intelectual más vigente se encuentra al nivel de la sociedad del espectáculo. En todo caso, veo muy en paralelo el “retorno” de los intelectuales al “retorno de la política” y con ella todas las figuras modernas que no hacen justicia a la verdadera forma post moderna de existencia colectiva. ¿Cuántos son capaces de poner en cuestión, justamente, sus propios procedimientos de constitución como intelectuales (plagados de operaciones, de apropiación, de enunciación, que van más allá del intelectual mismo)? Como sea, ejercen una forma representativa, auto referencial, ombliguista y diría por momentos muy banal. Habrá que seguir apostando a otras formas de las prácticas de pensamiento y enunciación que se juegan entre el dilema de la vidirera y el encapsulamiento o la invisibilidad. Abrazo,
Ruso